Lo último que se pierde

Una canción que me gusta mucho escuchar es “Tie a yellow ribbon round the ole oak tree”, escrita en 1973 e interpretada por Tony Orlando y Dawn. No sé mucho de música, pero desde niño siempre me despertaba una sensación muy bonita al escucharla.

Con los años fui conociendo sobre ella. La canción cuenta de un hombre que sale de prisión y como no está seguro de si será recibido nuevamente en su hogar, le escribe a su amada que amarre un lazo amarillo en el viejo roble frente a la casa si ella quiere que regrese a su vida. Si el lazo no estaba, él aceptaría la decisión y seguiría en el bus y saldría de su vida.

El lazo amarillo es un símbolo muy interesante. Se dice que desde el siglo XIX se usaba como señal de devoción y amor de las mujeres hacia sus novios y esposos vinculados en el ejército, y con los años pasó a ser un símbolo también de esperanza para aquellos lejos de sus seres queridos y de algunos movimientos sociales alrededor del mundo.

Comento esto porque me llama la atención algunas corrientes modernas que nos invitan a vivir sin expectativas. O, más bien, con la expectativa de no tener expectativas. Es un poco curioso porque, al final de cuentas, esa idea se termina convirtiendo en una expectativa.

Se dice a nivel popular que la esperanza es lo último que se pierde. ¿Cómo pretender vivir una vida sin expectativas, sin esperanza de que las cosas salgan bien y que el amado o amada nos reciba nuevamente en casa?

No imagino yo a alguien pidiendo orientación o consejo profesional solo por “pasar el rato”, sin expectativa de nada. O a alguien matriculándose en la Universidad “por ver qué pasa”, sin la expectativa de graduarse y ejercer profesionalmente en la vida.

O aquel atleta que se entrena durante cuatro años para correr una carrera de nueve segundos en un prestigioso evento internacional. ¿Para qué hacerlo?

Ahora bien, podemos elegir el camino de tratar de no tener expectativas, hasta donde alcance. Pero, si no vas a por todo, ¿a qué vas a ir entonces?

Tener esperanza y expectativas positivas no significa sentarse a ver qué nos cae del cielo. Son elementos potenciadores y de crecimiento. Nos dan una guía de lo que queremos, de hacia dónde ir. Nos alimentan el alma, nos llenan de energía y nos fortalecen para el camino. Incluso, cuando todo lo demás falla, siempre nos queda la esperanza de que todo va a salir bien.

Va siendo hora de atarle un lazo amarillo a lo que queremos y trabajar en conseguirlo.       

Publicado por Fabrizzio Ponce

Entrenador de líderes. De profesión administrador de negocios y con formación adicional en RRHH, liderazgo, motivación y coaching. Ayudo a crear y formar líderes y personas de alto rendimiento.

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