Nos encontramos en un momento importante para la historia del país, y de cada una de las personas que le habitamos. Vivimos una nueva oportunidad de poner nuestro grano de arena en la construcción y el fortalecimiento de la democracia; a la vez que nos enfrentamos a días que pueden resultar confusos y complejos, con mucha discusión e incertidumbre. Quisiera rescatar algunos elementos y lecciones que podemos sacar de este proceso tan importante para nuestro país y que nos pueden servir también en el día a día; ya que la democracia no se vive cada cuatro años, sino en nuestra vida cotidiana.
En primer lugar, la posibilidad de elegir libremente, de intercambiar opiniones y posturas, la posibilidad de que cada persona y cada grupo pueda hacer propuestas, plantear líneas de acción, y que sea el voto y la voz de cada costarricense la que define quienes conformarán el gobierno, es un privilegio que no todos los países del mundo poseen. Por eso las elecciones deben ser una verdadera fiesta democrática, donde podemos celebrar esa diversidad y multiplicidad de opiniones y perspectivas; un derecho y un deber que debemos ejercer con respeto y compromiso.
Sin embargo, este período no siempre se vive con la mayor alegría y armonía. Esa misma diversidad muchas veces genera división, conflicto, enfrentamiento y confusión en la población del país; que se evidencia tanto en debates públicos como en conversaciones cotidianas. Ante ello, las personas que somos espectadoras muchas veces podemos terminar más confundidas y conflictuadas que claras; y muchas veces la presión, incertidumbre y orgullo, va generando más tensiones entre la población.
Un elemento importante ante esta situación es desarrollar un sentido crítico frente a todo lo que se nos presenta. Para esto es necesario buscar toda la información posible, leer todos los documentos y propuestas, y cuestionar todo lo que escuchamos y vemos. Los medios de comunicación especialmente suelen mostrar sólo una parte de la historia, pero para conocer la verdad a profundidad debemos asumir el deber de explorar nosotros mismos todo lo que podamos.
También es importante aprender a escuchar y comunicarnos de manera asertiva. Un claro ejemplo de una escucha deficiente y una comunicación poco asertiva es cuando los debates (o incluso nuestras propias conversaciones cotidianas) se convierten en meros ataques a las personas; y se dejan de discutir los temas importantes, se olvida de dialogar sobre las opiniones y posiciones que cada partido quiere plantear, con apertura, escucha y disposición a dialogar.
Aprender a cuestionar y criticar también requiere una perspectiva constructiva; aprender a valorar las posibilidades de crecer y aprender a hacer propuestas ante aquello que nos genera dudas, para no dedicarnos solamente a juzgar, rechazar y humillar, sino a proponer en conjunto la manera de mejorar y construir un mejor país. Esto también implica cuestionar no sólo lo externo, sino cuestionarme a mí mismo; estar dispuesta o dispuesto a confrontar mis propias ideas, mis acciones y abrirme a nuevas posibilidades.
Por último, pero no menos importante, hay que tener muy presente que el país no lo mueve solo el gobierno; el país lo movemos todas las personas que formamos parte de él. Esto implica reconocer, valorar y cumplir mi propio papel, el aporte que yo hago desde mi familia, mi trabajo, mi estudio, mi relación con la comunidad y con el ambiente; así como la manera de involucrarme en las decisiones y propuestas de los grupos y asociaciones donde vivo, además de mi compromiso y responsabilidad con los derechos, propios y de las otras personas.
¡Valoremos y fortalezcamos la democracia y construyamos un mejor país para todas las personas!