¿Es duro el amor?

Una reseña sobre la película Love Hard con una buena mezcla de sentimientos propios sobre responsabilidad afectiva

Somos seres sociales, eso es algo que todos tenemos claro. Pero eso no significa para nada que las relaciones sociales sean algo tan sencillo. Y una muestra de esto es la película, dirigida por director costarricense Hernán Jiménez «Love Hard» y que con su ligera y sencilla trama romántica-navideña alcanzó los primeros puestos a nivel mundial en la prestigiosa plataforma de streaming Netflix hace un mes.

Pero… ¿por qué tanto boom por una película que tiende a re-utilizar esas historias trilladas de amor en épocas sensibles como Navidad? y aunque suene pretencioso creo tener la razón del porqué y es esta: lo que pasa en la película, pasa en la vida. Y no me refiero a que sea frecuente que una persona viaje, sin dudar, de un estado de un país a otro, con pocos días de conocerse por redes, pero lo que si pasa, muy a menudo, es que en nuestras relaciones debemos admitir que no siempre somos 100% sinceros. O por lo menos no desde un inicio. Ese profundo deseo de aceptación intrínseco nos pide a gritos simular eso que sabemos que somos pero que no gusta.

La película retrata un gran engaño de parte de Josh quien en una plataforma de citas se hace pasar por un conocido de su ciudad, que si encaja en los parámetros que socialmente se definen como «atractivo». Esto llama la atención de Natalie quien lleva una vida amorosa muy atropellada y cae en el engaño, vuela kilómetros para conocerlo y se lleva una gran decepción; a pesar de eso decide ayudarle a seguir con el juego a cambio de conocer al verdadero Josh, que se llama realmente Tag . Ella también se une a una cadena de mentiras con tal de vincularse con Tag. Y después de muchos intentos por vincularse todos desde la mentira, la película termina dando el giro (in)esperado de revivir la historia, ahora si de amor genuino entre Natalie y Josh.

¿Cuáles enseñanzas podemos sacar de esta «película de sábado por la tarde»?

En estos tiempos de redes sociales, impera el sentido de pertenencia y aceptación. Se lucha por seguidores y por reacciones y es ahí donde «el amor» se complica más de lo que debería. Las relaciones sociales no son lo mismo que las redes sociales, una reacción no va a poder encerrar las palabras suficientes de todos nuestros sentimientos y es necesario que transcendamos con valentía y transparencia si queremos que nuestros vínculos con los demás funcionen.

No podemos pretender encajar en todo lugar, no es sano y además es agotador. Vivir de apariencias siempre termina poniendo a cada persona en la posición real y generalmente lo hace con rudeza y vergüenza.

Por esto, en temas de amor y amistades es importante que sepamos ser íntegros y honestos con los demás. Por supuesto que esto no es una invitación a pasar por alto el mejorar hábitos o actitudes que sabemos que tenemos y que podrían herir o dañar una relación. La mejora continua es una forma de amar y ser honestos con las personas sobre nuestras luchas y áreas de mejora, nos vulnera pero es la manera de crecer.

«La mejora continua es una forma de amar y ser honestos con las personas sobre nuestras luchas y áreas de mejora, nos vulnera pero es la manera de crecer»

La práctica de la vulnerabilidad en nuestras relaciones no es fácil, ser sincero sobre nuestros mismos y sobre nuestros sentimientos requiere entereza pero es, sin duda, una muestra de responsabilidad afectiva. Hacerme responsable de mis decisiones afectivas hará que establezcamos relaciones más resistentes y mas profundas. Al ser responsable afectivamente minimizo las posibilidades de daños tanto en mi «mapa emocional» como en el del otro.

La película ha sido criticada por su ligereza o lo trillado de su trama… pero y ¿si volvemos una moda la responsabilidad afectiva y hacemos que lo trillado se vuelva normalidad? Que la sinceridad y integridad sean las bases de nuestras relaciones. ¿Es duro el amor? Sí, pero merece todo nuestro esfuerzo.

Publicado por Ana López García

Profesional en Orientación y mamá de Esteban. A Dios le debo todo. Soy amante de los atardeceres, la playa y el té matcha cada mañana. Me encanta ver milagros en lo más sencillo.

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