Cuando las cosas no suceden como las planeo

Voy camino al servicio funeral de un ser amado, que en cuestión de días enfermó y hoy ya no está acá. Planeé que hoy tendría que levantarme temprano porque me esperaba una reunión de evaluación de ministerio de servicio al que pertenezco y mi hijo iría con material impreso para que estudiara para sus exámenes mientras, yo participaba de la reunión y luego a media tarde participaría en un lindo taller de libretas personalizadas en San Pedro y en la noche adelantaría proyectos de mi hijo y al fin podría descansar al dormir temprano.

Pero en realidad… Amanecí con los ojos hinchados de llorar la noticia de la pérdida inesperada, se canceló la reunión presencial, por temas de salud de la anfitriona, y nos conectamos por zoom (bendita virtualidad), la práctica de exámenes se realizó en la mesa de mi casa y cambié las libretas personalizadas por vasitos de café y abrazos de pésame.

Voy camino al servicio funeral y solo puedo pensar que los planes no siempre salen, a veces cambian abrupta y despiadadamente pero de todos los planes cancelados y los nuevos planes podemos aprender, aunque sean muy dolorosos.

Algunas enseñanzas de los cambios de planes son:

  1. Aprender a surfear los cambios y darles sentido es un arte… toma tiempo y sabiduría, pero por sobre todas las cosas requiere humildad. Nuestros planes no siempre son mejores, es más, debemos de ser honestos que no lo son la mayoría de veces, por nuestra finita capacidad de prever y conocer el futuro.
  2. No todo tiene que salir como esperábamos: somos falibles y vivimos en un mundo rodeado de personas en nuestra misma condición. ¿­Por qué se supone que todo debería salir siempre bien o a la primera vez que lo intentamos? Muchas de nuestras decepciones o desilusiones por planes frustrados provienen de falsas expectativas de control sobre el tiempo o la realidad.
  3. Flexibilizar el pensamiento no es opcional. La vida está diseñada para ser vivida y esto incluye lágrimas y risas. Pretender únicamente una de ellas hará que constantemente vivamos lejos de experimentar contentamiento con lo que tengamos a mano.
  4. Vivir la incertidumbre: «¿y ahora?» Es una pregunta que atormenta; somos adictos a esa falsa sensación de control sobre la realidad. Vivir la incertidumbre significa que debemos estar dispuestos a enfrentar lo que traiga el futuro aunque no lo sepamos. Sin duda para esto necesitaremos fe.
  5. Sobrellevar las cargas los unos a los otros: en el sermón del domingo se predicó una verdad asombrosa: todos tenemos problemas, pero hay veces que podemos, aparte de nuestras cargas, ayudar a otros a llevar las suyas ya que son demasiado pesadas para ellos y las nuestras, en comparación, son livianas. Es un mandato basado en la solidaridad y en la utilidad de nuestra vida en servicio de otros. Nosotros mismos, estoy segura, nos hemos sentido sin capacidad de llevar lo que nos toca pasar y han aparecido personas a nuestro rescate. La vida es una montaña rusa. A veces arriba, a veces abajo.

Se nos canceló un plan, hubo un cambio de rumbo, cambió el destino que llevábamos, que este artículo te sirva para encontrar serenidad y empatía. Confía que todo cambio de rumbo no tiene otra función más que la redirección a tu propósito o a cumplir una tarea para otros. Nuestras vidas giran más allá de nosotros mismos. Nuestro diseño implica eternidad y un espacio y tiempo determinado como este nos llevará a sufrir perdidas, dolor y cambios pero todo con un fin mayor.

Publicado por Ana López García

Profesional en Orientación y mamá de Esteban. A Dios le debo todo. Soy amante de los atardeceres, la playa y el té matcha cada mañana. Me encanta ver milagros en lo más sencillo.

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